lunes, 7 de abril de 2008

Las Historias de Mary Jade - Casualidad 2

" Que la Tortilla se vuelva…"


Cuando me toca hacer cobranzas por el centro y termino entre la 1 y las 2 de la tarde, paro seguro a comer donde hacen la mejor tortilla recalentada de Buenos Aires.

Se llama Pichìn y està en la esquina de Avenida de Mayo y Piedras. Espacio apretado mesa contra mesa, ambiente ruidoso, jamones colgando del techo. Lo clàsico.

Busco siempre sentarme en la barra, no tanto para zafar los 2 mangos del cubierto, sino especialmente para poder mirar; ya sea por el espejo que va de pared a pared o – mejor – si logro el asiento que està en la punta, de frente a las mesas, junto al matafuego y las cajas apiladas de vaya baya a saberse qué.

Siempre pido una porciòn de tortilla y el muchacho que me atiende – gallego al fin – aunque me conoce me pregunta, también siempre: ¿“Caliente o frìa”? (me contaron que en España se come tortilla fría entre dos panes, como sánguche)
Le contesto lo primero y le regalo una sonrisa, pero se va sin mirarme porque ya sabe que no soy de las que entregan fácil. Vuelve con un individual de papel y me pregunta qué tomo.

Miro las mesas y es el reino de la comida conversada, el almuerzo sano pero suculento, el festival del Selecciòn Lòpez tinto. Pido uno chiquito, y pan. Cuando tengo necesidad de algo fresco, a veces acompaño la tortilla con una ensalada de zanahoria, y ahì tomo Sevenap, pues la “zana” me gusta con mucho vinagre!

Pero dije tortilla; volvamos a eso. La tortilla hecha en el momento es o bien lujo de los cultores del “slow food” o bien placer de sábado en casa de la abuela; tarda mucho en hacerse. A los laburantes nos quema el horario, y un lugar donde la tortilla sea recalentada rápido y bien , vale “horo” (“oro multiplicado por hora”).

A Pichín no hay que ir antes de las 12 (no todo està hecho) ni después de las 14:30 hs. (ya queda poco para elegir); a las 12:00, la tortilla vista de arriba es como una letra “O” del tamaño de una pizza. A las 12:30 tiene la forma de una “G”, a las 13:00 la de una “D” y a las 14:30 no està màs.

Pero vamos a la historia gruesa. Por casualidad, frente a mi, dos señores en la barra, a saber. Uno de 60 años, oficinista pero no jefe: saco antiguo pero no retro; corbata brillosa, pero de vieja.
El señor se pide un bife de costilla jugoso, un pan, un vaso de Selecciòn Lòpez BLANCO y hielo. Pellizca el pan, apura un sorbo, cuela dos tèmpanos y espera paciente; ¿acaso disfrutando de la vida?

El otro llega y pide un vaso del tinto de la casa (Toro Viejo) y soda.

Està vestido con ropa de trabajo grafa color azul y cualquier desprevenido pensarìa que no come porque no tiene hambre o no tiene plata: ninguna de las dos cosas. Yo a èstos los tengo junados y bien: este otro (cincuentòn, panzudo, del interior – Corrientes, Chaco…-) es seguramente encargado de un edificio cercano al que el mèdico le ganò 2 a cero al sentenciarle frente a su esposa colesterol e hipertensión; y ya almorzò en la casa, donde la susodicha lo tiene a Terma Cuyano y soda, bajo apercibimiento de expulsión.

Mientras almuerza, traga la pastillita y cuando termina el noticiero le dice a la esposa: “Salgo un ratito a hablar con los muchachos antes de la siesta”…, y viene al bar a tomarse su vinito prohibido y solo. O con desconocidos, que es lo mismo.
El portero apura entonces su sorbo, lo saborea y mete el primer chistido de soda al vaso.

Llega el bife, jugoso y rico. El Sr. de la corbata tiene todavìa màs de medio vaso de blanco cada vez màs frìo. Come sin apuro pero con ganas: un pedacito de churrasco, un mordisquito de pan, un sorbito de vino, y los ojitos le brillan cada vez que todo se junta en la boca.

El otro le habla del tiempo, del meteorito que cayó o de los muertos en accidentes viales, como si todo fuera lo mismo.

Los dos hacen su juego.
Un purista del maridaje cárnico se cortarìa las venas con un portaminas: “¡¡¡El bife de costilla se combina con Tinto !!!”, dirìa.

El Sr. Termina su bifecito y todavìa le queda un cuarto de vaso, blanco, helado, diluido.
A mi se me acabó la tortilla.

Lo mira al otro y vaso en mano le sigue la charla.

Y disfruta de la vida.

Mary

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