sábado, 29 de marzo de 2008

La Rioja: vinos y OVNIS.

Según mi criterio de cinéfilo–trucho (no voy nunca al cine, ni miro DVD, ni videos, ni películas por cable; pero hablo y opino de cine para no quedarme fuera en las conversaciones – también truchas- de cumpleaños, reuniones y variedades sociales) existen 4 tipos de “escenas logradas” en el séptimo arte: una, la más ensalzada hoy en día, es el efecto especial que une tecnología y talento disparados al infinito; otra es la toma cinematográfica: la cámara puesta en ángulo diferente, el movimiento natural de algo antes no mostrado o la fotografía como arte mayor; una tercera es la escena puramente actoral: dos monstruos de la actuación que simplemente componen personajes que dialogan o se miran, sin más que un vaso de agua de por medio, y te hacen emocionar hasta las lágrimas; y un cuarto tipo: la escena que no tiene los ingredientes de las 3 anteriores, pero supone un toque: de inteligencia, de mirada mordaz de la realidad, un guiño de los que no se explican, un revés de trama cuando todos esperamos la continuidad lineal, siempre tranquilizadora. Es un momento que es pequeño e intrascendente, pero que uno recuerda y comparte con la frase: “¿Viste cuando le (pasó, dijo, se encontró, hizo...) tal cosa?"

Toda esta perorata (trucha, recuerden) viene porque una de las mejores escenas logradas del “grupo cuatro” es, a mi criterio, aquella de “Hombres de Negro” (¿qué, hubo dos?) en la cual explican que las revistas amarillistas, sensacionalistas y de cuarta que se venden o regalan en los kioskos y hablan de “un ama de casa abducida por un ovni mientras colgaba la ropa”, eran, en verdad, canales de circulación de información calificada y encriptada para quien supiera leerlas, y en el fondo hablaban de cosas más serias que las de los periódicos masivizadores del aburrimiento.

Fijada mi mente en aquella escena (y olvidando siempre lo que muchas veces me advirtieron sabiamente sobre la pornografía: “está todo armado, en la vida real no es así...”), tomé compulsión por recolectar, leer y guardar todos los pasquines barriales que me tiran en el jardín de adelante, que veo en tachos de basura por la calle, que reparten en las esquinas; y que si bien aparentan ser “corto y pego”de notas robadas a la revista Viva rodeadas de avisos de comercios y servicios locales a los que no los conoce ni el propio dueño, son para mi materiales únicos para encontrar claves secretas, pasaportes de papel al mundo de los descubrimientos para iniciados, ediciones limitadas de “data” que otros ignorarán.

En uno de esos incunables pasquines, encuentro este aviso (¡olvídese de los ovnis!):
“Luis Paz –Venta de aceitunas – nueces – vinos de la Rioja; Tel: 4729 - ..., Mov. 15-5596...etc.”

¡Y nada más!

¡No dice quién es; ni dónde vende, ni a qué vinos de La Rioja se refiere!
¡¡¡Ni siquiera aclara si es riojano!!!

Semejante guiño tamaño baño, esconde seguramente algo entre siniestro o excelso: “vinos de la Rioja”, hacía mucho que no oía ese marketing.
Por ahora, la nota se alargó demasiado; esperaremos hasta la próxima para llamarlo y saber si Luis Paz vende manjares dignos de Nepente, o simplemente viste de negro...

León Pasquini

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